El trabajo de investigación, acopio, paleografía y la estructura del trabajo de investigación histórica a partir de dichas cartas
Morelos
Pero...
El Sol de Cuernavaca
11 de abril de 2011
Guillermo Mañón Cerrillo
Jojutla, Morelos.- Decía que han transcurrido 144 años desde aquel 1863, cuando Jojutla era un joven municipio todavía del estado de Morelos y las Haciendas azucareras de la región, como Zacatepec, Santa Rosa treinta pesos, San Nicolás de Bari en el actual poblado de Galeana, San Juan en Tlaquiltenango, San José Vista hermosa o San Gabriel las palmas en Puente de Ixtla, Xochimancas en Ticumán, y todas las del Estado de Morelos; eran los más importantes centros industriales, impulsores de la economía y generadores de conflictos por la posesión y el usufructo de tierras, aguas y otros recursos naturales de las comunidades indígenas del Estado, que posteriormente, habrían de provocar revolución armada.
En 1863 las tropas francesas de Maximiliano, el austriaco a quien, mexicanos desesperados por la constante violencia que prevalecía en el país, desde los primeros años de su independencia, le ofrecieron el gobierno de la desangrada República, con la investidura de Maximiliano I, emperador de México; de cuyo gobierno esperaban los industriales del azúcar y del alcohol y los administradores de sus haciendas en Morelos, les proporcionara la paz y la seguridad que sus fábricas necesitaban para producir, vender sus productos y prosperar.
Así marchaban las cosas para los morelenses y mexicanos de ese tiempo, cuando don Tomás Ruiz de Velasco y Baranda, sustituye en la administración de las haciendas de Zacatepec y Santa Rosa treinta, a un señor de apellido Álvarez, y escribe una serie de cartas a su patrón, el dueño de estas fábricas, don Alejandro Arena que, como todos los hacendados, vivían en ciudades como México y otras, incluso de Europa.
El trabajo de investigación, acopio, paleografía y la estructura del trabajo de investigación histórica a partir de dichas cartas es, una vez más, de Roberto Burnett Abúndez, emérito historiador jojutlense, muy apreciado, fino y dilecto amigo; a cuya generosidad debemos estos datos; en una interesante recopilación que denomina.
"Cartas desde la Hacienda de Treinta" -escritas por Don Tomás Ruiz de Velasco y Baranda, 1863-.
Empieza este trabajo con la copia de una carta del señor Álvarez, dirigida a quien supongo debe haber sido otro empleado, de mayor jerarquía, del Sr. Arena, llamado Cándido Guerra:
"30 de junio de 1863", "Muy señor mío: hoy a las diez llegó Don Tomás Ruiz y me presentó una carta de V. por la que me ordena se le haga entrega de esta hacienda, lo que empezaré a verificar desde mañana lunes". "No ha dejado de sorprenderme una determinación que ni siquiera ha tenido por conveniente el más leve aviso de parte de VV; en consecuencia he creído con algún fundamento que esta clase de hechos sorprendentes sólo se hacen cuando los intereses se hayan en manos de un bandido; yo creo señor, que hasta ahora, no hay uno sólo que pueda darme otro título, que el de hombre de bien".
Después de otros comedidos reclamos, el Sr. Álvarez, de todas maneras, obligado por la educación de ese tiempo que imponía total respeto y subordinación a las jerarquías, concluye su carta con la frase casi ritual de "Soy su seguro servidor" y la abreviatura Q. B. S. M. -que besa su mano-, desde luego que tales fórmulas de obligada cortesía, no significaba que por tales tratos, no se hubieran matado algunos: pues la violencia seguía campeando en los usos y costumbres de aquella época.
Jojutla era un pueblo, como los demás de la región, sin embargo empezaba a prosperar y en 1865, como lo mencionan los apuntes sobre la historia de la ciudad de Jojutla de Juárez, escritos por el Dr. Amador Espinosa, "se echaron los cimientos de lo que es hoy el Palacio Municipal", en el terreno comprado por doña María Francisca la Rosales, que cedió al ayuntamiento para esa edificación y para la de la Plaza de la Constitución o Plaza de arriba, ya que la actual Alameda era el centro original del antiguo San Miguel Xoxoutla; por lo que, repito, ¿a poco no merece esta generosa señora, que además sostuvo un orfanato, una escuela y otras obras filantrópicas, que los jojutlenses de hoy, nativos o no, pusiéramos en el algún lugar del edificio del Ayuntamiento o en un monumento ex profeso, una placa que pudiera decir algo como:
"Los habitantes de Jojutla otorgamos nuestro respeto y gratitud a la Señora María Francisca la Rosales, por su generosa aportación al desarrollo material de esta ciudad, y al bienestar moral y social de la Comunidad que ahora conformamos".
La señora lo merece y la gratitud nos obliga; Pero... ya ve usted como somos de ingratos
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