Publicado el: 14/02/2017 / Leido: 12755 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0
El documento que presentamos en el día del amor, corresponde a una carta que envió, doña Manuela Rebolledo a su amante, Juan José Goycolea, inserta en medio de una carta dirigida a su madre, Clara Pando.
Manuela Fernández de Rebolledo y Pando, era la esposa de Joaquín Toesca, célebre arquitecto llegado a Chile en 1780, bajo el auspicio de las más altas autoridades (el gobernador Agustín de Jáuregui y el obispo Manuel de Alday), para realizar diversas obras religiosas y civiles en la ciudad de Santiago y en otras ciudades del país, las cuales intentaban por ese entonces, engalanarse con grandes edificios de piedra a la usanza neoclásica europea. Así, Toesca dio término a la Catedral de Santiago, diseñó y construyó la Casa de Moneda y la Catedral de Concepción, entre otras obras.
Recién llegado a Chile, y siendo un hombre que bordeaba los cuarenta, el arquitecto contrajo matrimonio con doña Manuela Fernández, una joven de 17 años proveniente de una familia acomodada de Concepción, avecindada en Santiago. En esa época, el amor no era un requisito inexcusable, para contraer matrimonio. Entendido como una institución jurídica, el enlace se contraía por razones sociales, familiares, económicas, políticas o patrimoniales. Por tanto, es muy probable que la voluntad o el afecto de doña Manuela no haya tenido mayor injerencia en la decisión de casarse con Joaquín Toesca y que, a medida que fue convirtiéndose en una mujer mayor, la vida conyugal terminó por hacérsele insoportable y, según describe Toesca en su acusación hacia ella, Manuela hacía cuanto estaba a su alcance para salir de la casa que compartía con su marido, actitud que él consideraba muy escandalosa y reprobable.
Como buen profesional europeo y altamente calificado, Joaquín Toesca tuvo en Chile muchísimos seguidores y varios discípulos quienes trabajaron ayudándole en sus obras; uno de ellos fue Juan José Goycolea Zañartu, un joven agrimensor que concurría a la casa de Toesca, para perfeccionarse aprendiendo arquitectura. Probablemente, fue en esas circunstancias cuando Juan José y Manuela se conocieron y comenzaron un ardoroso romance clandestino. Toesca, el marido ofendido, describió así el momento en que constató el amorío de su mujer: "una noche en que ya algo convaleciente pasé al dormitorio de la dicha mi mujer, encontré a su amasio [querido o amante] tendido en su cama, oculto con cortinas corridas y saliéndose ella del cuarto con la luz para que no lo percibiese la que a instancias mías entró después una criada manteniéndose la dicha mi mujer retirada en el patio interior de la casa cuyo descubrimiento hubo de ponerme en términos de hacer una tropelía en desagravio de mi honor, tantas veces ofendido por la citada mi indigna mujer; pero debí al todo poderoso que contuviese mi mano y me redujese únicamente a echar el amasio de mi casa; y también a ella".
Manuela Rebolledo, fue albergada por su madre, doña Clara Pando y Buendía y poco después, deportada a una Casa de Ejercicios en Peumo. Esta reclusión, obedeció al consejo que el Obispo de Santiago (Blas Sobrino y Minayo) le dio a Toesca, respecto a que debía divorciarse de su mujer y recluirla en algún tipo de beaterio que garantizara la rehabilitación de Manuela y, a la vez, la purgación de su pecado. Sin embargo, la infidelidad de la mujer continuó, esta vez mediante cartas y encomiendas al aprendiz, las que enviaba a una estancia cercana perteneciente a la familia de Goycolea que, al parecer, ella conocía muy bien. Así, las cartas las insertaba dentro de cartas dirigidas a su madre, doña Clara Pando y las enviaba con algún estafeta o propio que ella misma pagaba, según se desprende de la carta que hemos destacado como nuestro documento de hoy.
Como se observa, la carta es muy interesante, pues nos habla de la forma en que se trataba una pareja en aquellos años. Tomando en cuenta, que doña Manuela pensaba que era posible que la misiva llegara a manos de su marido celoso o que la leyera su madre, es evidente que la mujer reprime muchos de los gestos que podrían interpretarse como pasionales. Sin embargo, algunos aspectos en su lenguaje, dejan en evidencia los lazos que los unen: en primer lugar la familiaridad en el trato. Por ejemplo, cuando habla de unos zapatos remitidos desde la ciudad o cuando relata que durante el viaje desde Santiago pudo desviar a la caravana que la llevaba detenida y pasar a la estancia, donde se encontró con una "Javierita" con quien dejó algún recado a su amante. También la forma de tratarlo, llamándolo "hijo" o "negrito" o cuando le aconseja que no visite chuquisas [chuscas, mujeres ordinarias]. En segundo lugar al describirle su estado emocional: "pues ya ni llorar puedo" o "dentro al coro y solo digo al señor: yo por mis pecados merezco esto y mucho más" y cuando le pide que se acerque a la estancia para verle: "cuando vengan por mí da un galope y ven a la estancia de Luis, que si yo voy sola, haré todo empeño a pasar allá".
En otras palabras, un amor imposible: doña Manuela se reconcilió con Toesca en 1795 para salir del cautiverio en el que se encontraba. Enviudó de él en 1799, pocos meses después que Goycolea contrajera matrimonio con María del Carmen Geroda y Vicuña. Ella, a su vez, se casó nuevamente con José Ignacio Santa María González, asimismo constructor y murió pocos años después.
Carta de doña Manuela Rebolledo a Juan José Goycolea; diciembre 1793
(Real Audiencia, vol. 2087, fojas 75, 75v y 76)
(Transcripción literal)
Juan Josef, fiada en el amor de mi madre te escribo esta, pues me parece que no la tratarás, pues yo en la estancia de tu hermano te dejé una carta escrita en que te lo encargo; ahora lo he confirmado pues me parece que no habrás mandándole los zapatos, que me ha remitido pues son de la misma hechura: Yo con bastante miedo te escribo hasta no saber si la has recibido. Si la tratas, hijito, quiéremela mucho, por lo que me has querido a mí y porque es mi madre, pues por mi siente tanto: aconséjala en estos asuntos míos: Yo te dijera mucho; pero como no sé si llegará esta a tus manos [f 75v] no me atrevo; solo te encargo que acompañes a mi madre que se deje de pleitos con ese loco, pues así se le pasará el tiempo y a mi tal vez me cueste la vida pues ya ni llorar puedo de un mal que no me deja hablar, que muchas veces me estoy confesando y se me quita el habla, me salgo porque no puedo proseguir. Estoy de tal suerte que no tengo valor para nada, ni para pedirle a Dios por mí. Dentro al coro y solo digo al Señor, yo por mis pecados merezco esto y mucho más; pídele tu a la Virgen del Carmen que me lleve antes que me muera. Si sabes cuándo vengan por mi da un galope y ven a la estancia de Luis que si yo voy sola, haré todo empeño a pasar allá. Cuando me vine, engañé a los soldados para que me llevasen y hablé con Javierita, a fin de que te lo dijese a ti. Yo hasta ahora no he sabido nada. En fin, he costeado este Propio a fin de que le lleve una carta al obispo a ver qué disponen, pues el cura escribió y no le contestaron. Si ves a mi madre y se anima a venir, quítaselo de la cabeza por Dios, pues todo el gusto que tuviera de verla fuera el dolor tan grande verla irse y yo quedarme, tal vez se me arrancara el alma. Y a Dios negrito conviértete, no visites chuquisas, mucho le pido a la Virgen por ti que te haga un Santo, pero creo que no será en ese pellejo. Y a Dios a quien pido te guarde muchos años. Diciembre 12 de 1793; quien te estima, La Fernández.
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