Escrito en pocas líneas, puede parecer hasta fácil: recopilar, ordenar, conservar y difundir. Cuatro verbos que, sin embargo, esconden detrás un valor incalculable puesto que saber y comprender lo que hemos sido es imprescindible para diseñar nuestro mañana. No es la Fundación Sancho el Sabio un contenedor de conocimiento sino un motor del mismo, de todo aquello que tiene que ver con cualquier temática vasca. Por delante queda mucho por hacer. Detrás hay medio siglo de trabajo.
A diferencia de Cataluña o Asturias, el País Vasco no cuenta con una biblioteca nacional, a pesar de tener la competencia para ello. La Ley de Territorios Históricos hace que sean las diputaciones quienes tengan la potestad de desarrollar en cada territorio este aspecto, algo que no se ha hecho. Así que "somos lo más cercano a una biblioteca de cultura vasca a la que para ser considerada como nacional lo único que le falta es recopilar absolutamente todo lo que se edita en nuestra zona de acción", explica Jesús Zubiaga, actual director de la fundación. "El Archivo Nacional Vasco que se ha abierto en Bilbao tiene otro carácter y, en realidad, lo que habría que hacer no es crear más edificios sino establecer un desarrollo legislativo que sirva para avanzar". Se presenta así Sancho el Sabio como un espacio cabecero, una referencia esencial que se viene construyendo desde que en 1964, la Caja de Ahorros Municipal de Vitoria tomase la decisión de crear el Centro de Estudios e Investigación de la Institución Sancho el Sabio, que como tal había sido constituida nueve años antes.
En aquel momento no sólo no existía ninguna biblioteca o fondo exclusivo de temática vasca, "es que tampoco se permitía". Jesús Olaizola fue su primer director, un hombre que a pesar de la dictadura y sus derivadas fue dando los primeros pasos para construir lo que la fundación es hoy, aunque eso supusiese traer hasta el País Vasco de entonces ejemplares, por ejemplo, de publicaciones editadas por sellos republicanos creados en el exilio como Ruedo Ibérico.
La primera sede de la institución estuvo en la plaza de la Provincia, aunque con los años se quedó pequeña y el archivo se trasladó hasta el Palacio Elvira Zulueta, su casa durante no poco tiempo siempre con Carmen Gómez, máxima responsable de Sancho el Sabio durante más de dos décadas, como encargada de liderar no ya el crecimiento de los fondos sino el pionero y complicado proceso de digitalización, algo que se empezó a realizar en el arranque de los años 90 del siglo pasado.
Los números no pueden definir el conocimiento pero sí pueden ayudar a hacerse una idea de lo que implica la fundación, que tras la fusión de las cajas municipal y provincial forma parte de la Obra Social de Caja Vital. Hoy, el organismo tiene 320.000 referencias informatizadas en fondos bibliográficos, 40.000 referencias informatizadas de archivos familiares, 10 millones de páginas digitalizadas, de las que dos millones y medio corresponden a fondos considerados de patrimonio bibliográfico y medio millón a documentos de archivos familiares, 100.000 publicaciones monográficas, 12.000 títulos de publicaciones periódicas (que incluyen alrededor de un millón de fascículos), 50.000 carteles, 10.000 pegatinas, 60.000 fotografías y un número incontable de hojas volanderas, folletos, tarjetas (desde pasquines de huelga, propaganda de elecciones, folletos de movimientos sociales…). Todo ello está asegurado en 25 millones de euros, según un informe de peritos especializados en fondos bibliográficos y patrimoniales, aunque es indudable que su valor está en el hecho de ser un archivo irrepetible.
Desde 2009 es Betoño, en el antiguo cementerio del convento de las Carmelitas, donde se ubica su tercera sede, aunque los nuevos tiempos hacen que, en realidad, la fundación tenga unas sucursales más que activas en www.fsancho-sabio.es ywww.memoriadigitalvasca.es, así como, a través de distintos convenios, en www.liburuklik.euskadi.net, http://dokuklik.snae.org/, sin olvidar los proyectos Hispana y Europeana.
EN CRECIMIENTO CONTINUO Un manuscrito del siglo XIII perteneciente a un fondo familiar y un incunable de finales del siglo XV impreso en la Catedral de Pamplona por Arnaldo Guillén de Brocar son las dos referencias más antiguas que, por ahora, guarda el centro, que cuenta con una plantilla de una decena de trabajadores. Lo más moderno es este periódico o cualquier otro documento de temática vasca que hoy mismo tome cuerpo.
Puede que desde hace 50 años se mantenga la línea de cómo ir componiendo la colección pero los usos tecnológicos lo están revolucionando todo. "Desde hace como una década estamos en una época bisagra entre lo analógico y lo digital. Ahora hay cantidad de documentación que está en Internet, que no tiene soporte físico. Para el mundo de los centros de documentación está siendo un cambio radical, así que ahora archivamos de otra forma", una práctica que también tiene su reflejo en la difusión de la información ya que las imprescindibles consultas presenciales de hace medio siglo hoy son casi una rara avis en pro del trabajo a través del mundo virtual. "Es una pequeña locura conseguir una cantidad de documentación nunca vista como la que ahora se genera así como conservarla, pero la gran ventaja de las nuevas tecnologías es que te piden información desde cualquier parte del mundo", describe Zubiaga.
Por supuesto, el libro tradicional es la base del fondo de la institución, siendo el otro gran soporte las publicaciones periódicas. Otra parte de relevancia la componen los afiches, cartelería sobre todo política, aunque también de otras temáticas (el centro es, por ejemplo, depositario de los carteles de conciertos generados durante más de una década por la asociación cultural Helldorado). Y no hay que olvidar el peso específico que tienen los archivos familiares (10 ya digitalizados y 4 en proceso de catalogación), campo en el que se está trabajando ahora de manera especial.
"Lo original en nuestro caso es que hacemos convenios con las familias por los que nos depositan el archivo, lo ordenamos, lo catalogamos, lo digitalizamos y luego se lo devolvemos. Es documentación referida a multitud de aspectos, documentos muy interesantes por ejemplo para entender la evolución de una zona geográfica determinada, información que no consigues ni siquiera en archivos públicos", apunta el director. Se acaba de terminar el proceso con el archivo Marqués de la Alameda, que está a punto de ser devuelto, mientras se empieza con otro de la familia Irizar, asentada en Bergara. Con éste "nos ha venido ya gente pidiendo información. Por ejemplo, parte de los palacios de esta familia han pasado a ser públicos y para hacer restauraciones y demás, aquí está la documentación de todas las obras hechas en esos inmuebles. Hay cosas muy curiosas como compras de libros del siglo XVIII con libreros de Amsterdam".
El trabajo no para. Tampoco entre exposiciones, talleres y becas de investigación, ya que Sancho el Sabio es más que un lugar para conservar. Ello, mientras sobrevuela sobre su edificio vecino, que iba a ser sede de Krea, la idea de instalar una universidad americana. "Si hay actividad formativa al lado se revitalizará la zona y seguro que llegaremos a una colaboración para que la fundación pueda ayudar a acercar la cultura vasca, el conocimiento del entorno y las necesidades de información que el posible centro necesite", dice Zubiaga.