El Archivo General de Indias clausura hoy (a las 13:00) la fascinante exposición Pacífico. España y la aventura de la Mar del Sur, que desde que abriera sus puertas el 19 de septiembre de 2013 suma ya 131.000 visitas. Ha sido una de las más concurridas en la historia de la institución fundada en 1785 por expreso deseo del rey Carlos III, que quiso concentrar en un solo edificio -la renacentista Lonja de Mercaderes proyectada por Juan de Herrera- todos los documentos referentes a la presencia y actuación de España en el mundo, hasta entonces dispersos en Simancas, Cádiz y Sevilla.
Para su director desde febrero del año pasado, Manuel Ravina Martín (Cádiz, 1949), uno de los documentalistas más prestigiosos del país -su carrera se ha desarrollado entre Madrid, Sevilla y la capital gaditana, al frente de cuyo Archivo Histórico Provincial estuvo 27 años-, la cita ha puesto de manifiesto la extraordinaria riqueza de los fondos que atesora el Archivo General de Indias, que ha organizado junto a Acción Cultural Española (ambas instituciones dependientes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) la más ambiciosa muestra conmemorativa del V Centenario del avistamiento del océano Pacífico por el navegante extremeño Vasco Núñez de Balboa.
Comisariada por Antonio Fernández Torres y Antonio Sánchez de Mora, la exposición ha ilustrado a través de 160 piezas la participación española en la exploración del Pacífico y la transformación de dicho océano en un espacio de comunicación e intercambio entre los pueblos que lo habitaron.
Además del original del Tratado de Tordesillas - "el acuerdo por el que los reyes de España y Portugal trazan una raya en el Atlántico para repartirse el mundo de polo a polo; aquí disponemos del ejemplar en portugués del documento, que es la joya del Archivo, mientras que el español se conserva en el Archivo Nacional de Portugal", detalla Ravina- , hay otros tesoros de incalculable valor que el público ha podido admirar hasta hoy. Es el caso del primer (y monumental) mapa de China que los castellanos de Filipinas trajeron en 1574, que ha sido recientemente restaurado. "El original contiene incluso anotaciones escritas en castellano que especifican, refiriéndose a Macao, dónde estaban los portugueses. Eso desconcertó a Felipe II, que llegó a plantearse conquistar China y quería una imagen de la zona". Del mapa, subraya Ravina, se acaba de realizar en China -donde se presentará pronto, con carácter de gran acontecimiento cultural- una edición facsímil preciosa y con textos en español, chino, japonés e inglés.
A la gran satisfacción de dirigir este valioso acervo constituido por más de 43.000 legajos, por 80 millones de documentos que ocuparían 9 kilómetros de estanterías si se alinearan, su máximo responsable suma el reto de dirigirlo en unos momentos de crisis y limitaciones económicas que afronta con el entusiasmo que le caracteriza. "Toda institución cultural tiene problemas en esta época de recortes. El mayor reto del Archivo General de Indias es hacer el mismo número de actividades y avanzar en la digitalización de sus fondos con bastante menos presupuesto. Nosotros no somos un museo, sino una institución investigadora, pero tenemos muchas más visitas que la mayoría de los museos andaluces, con un promedio de 200.000 entradas anuales [el Bellas Artes de Sevilla, por ejemplo, recibió 212.536 visitantes en 2013 y en 2012, 188.823, según estadísticas de la Junta de Andalucía]. Mientras las instituciones vecinas, la Catedral de Sevilla y el Alcázar, cobran una tarifa por la visita, aquí el acceso es gratuito. Si por cada entrada cobráramos cinco euros tendríamos un millón de recaudación anual. Pero España carece de esa mentalidad mercantilista que sí tienen en los Estados Unidos, por ejemplo. Ni siquiera disponemos de una tienda, algo por lo que he luchado desde mi llegada al cargo".
Mucha gente mantiene, continúa Ravina, una idea equivocada de esta institución. "Hay quien piensa que el rey Carlos III y José de Gálvez crearon el Archivo General de Indias, con su escalera imperial de mármol español y jade, con sus espléndidas mesas de caoba y sus bóvedas baídas, para que vinieran a consultar datos los investigadores. Pero lo cierto es que aquí sólo entraba una persona, el cronista de Indias, don Juan Benito Muñoz, un reputado cosmógrafo e historiador a quien únicamente le dio tiempo a escribir el primer tomo (que abarca de 1492 a 1500) de la Historia del Nuevo Mundo".
"Al rey y a Gálvez les molestó mucho la historia general de América que redactó William Robertson y que, llena de inexactitudes, contribuyó a propagar la Leyenda Negra española. Así que diseñaron una operación política para defender la acción de España en América mediante la creación de un Archivo que ya era espectacular en el siglo XVIII, cuando la tarde del 14 de octubre de 1785 llegaron las primeras 24 carretas que traían papeles desde el Archivo Real de Simancas, en Valladolid. El Archivo de Indias surge como una respuesta política. Su génesis me recuerda, por ello, a la del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, creado para defender una política determinada y para que se investigue algo de manera documentada a partir de trozos de archivos de diversa procedencia que se han concentrado en esa ciudad castellana".
El Archivo General de Indias es el resultado de la fusión de los documentos procedentes de diversos organismos metropolitanos encargados de la Administración colonial, como el Consejo de Indias (siglos XVI-XIX, que estaba en Madrid y conforme va pasando el tiempo manda los expedientes a Simancas), el Archivo de la Casa de la Contratación (siglos XVI-XVIII, una parte del cual estaba en Sevilla y otra en Cádiz), los Consulados de Sevilla y Cádiz (siglos XVI-XIX) y la Real Compañía de la Habana (siglos XVIII-XIX). "La gente cree en falso que en el Archivo hay documentos que trajimos de América. No. Sólo están los documentos emitidos por los organismos peninsulares. El único archivo de América con que contamos es el de Cuba, que se trajo a Sevilla antes de la independencia de la isla e incluye los 38 retratos de los gobernadores. Cada virreinato tenía sus propios archivos: ellos conservan las cartas que España les mandaba y nosotros las que ellos nos enviaron", prosigue.
En el edificio que originalmente acogiera la Lonja de Mercaderes se custodian además otros archivos de menor entidad incorporados con posterioridad, como sucede con los del General Polavieja y el Virrey Abascal, y un fondo documental de 17 piezas que en el mercado de subastas valdría una fortuna: una parte del archivo de Cristóbal Colón. "En un momento de la Historia se unieron la Casa de Alba con la de Veragua y una parte del archivo de Colón se la quedaron los Alba y otra los Veragua. En los años 20 el Estado español compró la parte de Veragua pero la duquesa de Alba nunca ha querido vender la suya. Así, el Archivo de Indias custodia unos 17 documentos del Archivo de Colón y la Casa de Alba otros 20".
Ante la pregunta de cuál sería el legajo soñado, ése que completaría mejor el discurso del Archivo, Ravina no lo duda: "Comprar la parte de la Duquesa de Alba y reunir aquí en Sevilla el Archivo de Colón, del que hay además una carta en la Academia de la Historia, otra en Simancas (donde hay una segunda que parece falsa) y otra en Génova".
Los tesoros y secretos que guarda esta institución, referente mundial de la investigación sobre los siglos XV al XIX, son infinitos. Y es así porque el Archivo de Indias es el único que tiene como ámbito un continente entero, América, y parte de otro, Asia, pues guarda documentación de las islas que España ocupó (Filipinas, Marshall, Salomón, Marianas...) y de la zona de influencia que tuvo por sus relaciones en determinados momentos con China y Japón. Todos estos aspectos están muy presentes en la exposición sobre el Pacífico, que coincide en el tiempo con el desplazamiento del centro del poder económico hacia Asia, y con una presencia mayor de investigadores orientales al Archivo de Indias. Desde 2005, por cierto, los estudiosos no consultan ya los documentos en la antigua Lonja, sino en la Sala de Lectura ubicada en el edificio de la Cilla, que se comunica con la sede principal por un túnel subterráneo.
Entre los temas e investigaciones que están en boga, además de los relativos a la historia y régimen de los indios, que nunca pierden interés, Ravina identifica los relativos a la participación de la mujer en la conquista de América - "que parecía nula y se está revelando de gran importancia, como atestigua por ejemplo el caso de la Monja Alférez"- y los que tienen que ver con la visión geográfica de América y la manera en que se va conociendo y describiendo el continente, no en vano se conservan aquí 8.000 planos.
Desde que en 1987 la Unesco lo declaró Patrimonio Mundial en la categoría de monumento (es el único archivo del mundo que ostenta esa distinción), el Gobierno de España inició la digitalización de sus fondos. Hasta la fecha se ha catalogado el 14% de sus contenidos, labor que ha comenzado por los documentos que se consultan más, como es el caso de los relativos a los pasajeros que embarcaron a América.
El Archivo de Indias está presente además por derecho propio en otra importante categoría de protección de la Unesco: la Memoria del Mundo. Tres de sus fondos más valiosos están inscritos en dicho registro: el citado Tratado de Tordesillas, las Capitulaciones del Almirante don Cristóbal Colón (1492), conocidas popularmente como Capitulaciones de Santa Fe, y los documentos de la Embajada Keicho, la misión diplomática emprendida en 1613 por el samurái Hasekura Tsunenaga, embajador del señor del reino de Bojú, al Norte de Japón, para ser recibido por el rey Felipe III y su santidad el Papa Paulo V. La Misión Keicho fue uno de los poquísimos contactos diplomáticos entre Oriente y Occidente antes del siglo XIX y dejó huella en Sevilla porque muchos de sus componentes se quedaron en Coria del Río, donde el apellido Japón se ha mantenido hasta hoy, como Ravina tuvo ocasión de recordar al príncipe Naruhito durante su visita al Archivo en 2013.
La Unesco sigue en el punto de mira de este templo del americanismo porque el Archivo quiere inscribir un cuarto fondo documental en el registro Memoria del Mundo: la ingente información que atesora sobre los idiomas nativos de América. "Muchas lenguas originarias se han salvado porque los misioneros españoles entendieron que, para predicar, debían hacerlo en la lengua indígena, que solían aprender jugando con los niños porque era más fácil. La labor etnológica de los misioneros ha permitido fijar esas lenguas, que se han extinguido en casi todas partes al igual que está desapareciendo la población indígena. Había más de un centenar de idiomas nativos pero actualmente sólo un país, Paraguay, tienen una lengua indígena (el guaraní) como idioma oficial además del español", señala.
Ravina confía en que la Unesco se pronunciará afirmativamente sobre el copioso expediente que han elaborado desde Sevilla. "La Unesco quiere incluir en el registro Memoria del Mundo fondos de verdadera repercusión global y lo cierto es que España catequizó América pero también Japón. Los franciscanos y jesuitas en Asia publicaron numerosos libros y enviaban cartas con la traducción al lado que han permitido recuperar y estudiar unas lenguas que de otro modo hubieran desaparecido por completo", celebra.
Para su director desde febrero del año pasado, Manuel Ravina Martín (Cádiz, 1949), uno de los documentalistas más prestigiosos del país -su carrera se ha desarrollado entre Madrid, Sevilla y la capital gaditana, al frente de cuyo Archivo Histórico Provincial estuvo 27 años-, la cita ha puesto de manifiesto la extraordinaria riqueza de los fondos que atesora el Archivo General de Indias, que ha organizado junto a Acción Cultural Española (ambas instituciones dependientes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte) la más ambiciosa muestra conmemorativa del V Centenario del avistamiento del océano Pacífico por el navegante extremeño Vasco Núñez de Balboa.
Comisariada por Antonio Fernández Torres y Antonio Sánchez de Mora, la exposición ha ilustrado a través de 160 piezas la participación española en la exploración del Pacífico y la transformación de dicho océano en un espacio de comunicación e intercambio entre los pueblos que lo habitaron.
Además del original del Tratado de Tordesillas - "el acuerdo por el que los reyes de España y Portugal trazan una raya en el Atlántico para repartirse el mundo de polo a polo; aquí disponemos del ejemplar en portugués del documento, que es la joya del Archivo, mientras que el español se conserva en el Archivo Nacional de Portugal", detalla Ravina- , hay otros tesoros de incalculable valor que el público ha podido admirar hasta hoy. Es el caso del primer (y monumental) mapa de China que los castellanos de Filipinas trajeron en 1574, que ha sido recientemente restaurado. "El original contiene incluso anotaciones escritas en castellano que especifican, refiriéndose a Macao, dónde estaban los portugueses. Eso desconcertó a Felipe II, que llegó a plantearse conquistar China y quería una imagen de la zona". Del mapa, subraya Ravina, se acaba de realizar en China -donde se presentará pronto, con carácter de gran acontecimiento cultural- una edición facsímil preciosa y con textos en español, chino, japonés e inglés.
A la gran satisfacción de dirigir este valioso acervo constituido por más de 43.000 legajos, por 80 millones de documentos que ocuparían 9 kilómetros de estanterías si se alinearan, su máximo responsable suma el reto de dirigirlo en unos momentos de crisis y limitaciones económicas que afronta con el entusiasmo que le caracteriza. "Toda institución cultural tiene problemas en esta época de recortes. El mayor reto del Archivo General de Indias es hacer el mismo número de actividades y avanzar en la digitalización de sus fondos con bastante menos presupuesto. Nosotros no somos un museo, sino una institución investigadora, pero tenemos muchas más visitas que la mayoría de los museos andaluces, con un promedio de 200.000 entradas anuales [el Bellas Artes de Sevilla, por ejemplo, recibió 212.536 visitantes en 2013 y en 2012, 188.823, según estadísticas de la Junta de Andalucía]. Mientras las instituciones vecinas, la Catedral de Sevilla y el Alcázar, cobran una tarifa por la visita, aquí el acceso es gratuito. Si por cada entrada cobráramos cinco euros tendríamos un millón de recaudación anual. Pero España carece de esa mentalidad mercantilista que sí tienen en los Estados Unidos, por ejemplo. Ni siquiera disponemos de una tienda, algo por lo que he luchado desde mi llegada al cargo".
Mucha gente mantiene, continúa Ravina, una idea equivocada de esta institución. "Hay quien piensa que el rey Carlos III y José de Gálvez crearon el Archivo General de Indias, con su escalera imperial de mármol español y jade, con sus espléndidas mesas de caoba y sus bóvedas baídas, para que vinieran a consultar datos los investigadores. Pero lo cierto es que aquí sólo entraba una persona, el cronista de Indias, don Juan Benito Muñoz, un reputado cosmógrafo e historiador a quien únicamente le dio tiempo a escribir el primer tomo (que abarca de 1492 a 1500) de la Historia del Nuevo Mundo".
"Al rey y a Gálvez les molestó mucho la historia general de América que redactó William Robertson y que, llena de inexactitudes, contribuyó a propagar la Leyenda Negra española. Así que diseñaron una operación política para defender la acción de España en América mediante la creación de un Archivo que ya era espectacular en el siglo XVIII, cuando la tarde del 14 de octubre de 1785 llegaron las primeras 24 carretas que traían papeles desde el Archivo Real de Simancas, en Valladolid. El Archivo de Indias surge como una respuesta política. Su génesis me recuerda, por ello, a la del Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca, creado para defender una política determinada y para que se investigue algo de manera documentada a partir de trozos de archivos de diversa procedencia que se han concentrado en esa ciudad castellana".
El Archivo General de Indias es el resultado de la fusión de los documentos procedentes de diversos organismos metropolitanos encargados de la Administración colonial, como el Consejo de Indias (siglos XVI-XIX, que estaba en Madrid y conforme va pasando el tiempo manda los expedientes a Simancas), el Archivo de la Casa de la Contratación (siglos XVI-XVIII, una parte del cual estaba en Sevilla y otra en Cádiz), los Consulados de Sevilla y Cádiz (siglos XVI-XIX) y la Real Compañía de la Habana (siglos XVIII-XIX). "La gente cree en falso que en el Archivo hay documentos que trajimos de América. No. Sólo están los documentos emitidos por los organismos peninsulares. El único archivo de América con que contamos es el de Cuba, que se trajo a Sevilla antes de la independencia de la isla e incluye los 38 retratos de los gobernadores. Cada virreinato tenía sus propios archivos: ellos conservan las cartas que España les mandaba y nosotros las que ellos nos enviaron", prosigue.
En el edificio que originalmente acogiera la Lonja de Mercaderes se custodian además otros archivos de menor entidad incorporados con posterioridad, como sucede con los del General Polavieja y el Virrey Abascal, y un fondo documental de 17 piezas que en el mercado de subastas valdría una fortuna: una parte del archivo de Cristóbal Colón. "En un momento de la Historia se unieron la Casa de Alba con la de Veragua y una parte del archivo de Colón se la quedaron los Alba y otra los Veragua. En los años 20 el Estado español compró la parte de Veragua pero la duquesa de Alba nunca ha querido vender la suya. Así, el Archivo de Indias custodia unos 17 documentos del Archivo de Colón y la Casa de Alba otros 20".
Ante la pregunta de cuál sería el legajo soñado, ése que completaría mejor el discurso del Archivo, Ravina no lo duda: "Comprar la parte de la Duquesa de Alba y reunir aquí en Sevilla el Archivo de Colón, del que hay además una carta en la Academia de la Historia, otra en Simancas (donde hay una segunda que parece falsa) y otra en Génova".
Los tesoros y secretos que guarda esta institución, referente mundial de la investigación sobre los siglos XV al XIX, son infinitos. Y es así porque el Archivo de Indias es el único que tiene como ámbito un continente entero, América, y parte de otro, Asia, pues guarda documentación de las islas que España ocupó (Filipinas, Marshall, Salomón, Marianas...) y de la zona de influencia que tuvo por sus relaciones en determinados momentos con China y Japón. Todos estos aspectos están muy presentes en la exposición sobre el Pacífico, que coincide en el tiempo con el desplazamiento del centro del poder económico hacia Asia, y con una presencia mayor de investigadores orientales al Archivo de Indias. Desde 2005, por cierto, los estudiosos no consultan ya los documentos en la antigua Lonja, sino en la Sala de Lectura ubicada en el edificio de la Cilla, que se comunica con la sede principal por un túnel subterráneo.
Entre los temas e investigaciones que están en boga, además de los relativos a la historia y régimen de los indios, que nunca pierden interés, Ravina identifica los relativos a la participación de la mujer en la conquista de América - "que parecía nula y se está revelando de gran importancia, como atestigua por ejemplo el caso de la Monja Alférez"- y los que tienen que ver con la visión geográfica de América y la manera en que se va conociendo y describiendo el continente, no en vano se conservan aquí 8.000 planos.
Desde que en 1987 la Unesco lo declaró Patrimonio Mundial en la categoría de monumento (es el único archivo del mundo que ostenta esa distinción), el Gobierno de España inició la digitalización de sus fondos. Hasta la fecha se ha catalogado el 14% de sus contenidos, labor que ha comenzado por los documentos que se consultan más, como es el caso de los relativos a los pasajeros que embarcaron a América.
El Archivo de Indias está presente además por derecho propio en otra importante categoría de protección de la Unesco: la Memoria del Mundo. Tres de sus fondos más valiosos están inscritos en dicho registro: el citado Tratado de Tordesillas, las Capitulaciones del Almirante don Cristóbal Colón (1492), conocidas popularmente como Capitulaciones de Santa Fe, y los documentos de la Embajada Keicho, la misión diplomática emprendida en 1613 por el samurái Hasekura Tsunenaga, embajador del señor del reino de Bojú, al Norte de Japón, para ser recibido por el rey Felipe III y su santidad el Papa Paulo V. La Misión Keicho fue uno de los poquísimos contactos diplomáticos entre Oriente y Occidente antes del siglo XIX y dejó huella en Sevilla porque muchos de sus componentes se quedaron en Coria del Río, donde el apellido Japón se ha mantenido hasta hoy, como Ravina tuvo ocasión de recordar al príncipe Naruhito durante su visita al Archivo en 2013.
La Unesco sigue en el punto de mira de este templo del americanismo porque el Archivo quiere inscribir un cuarto fondo documental en el registro Memoria del Mundo: la ingente información que atesora sobre los idiomas nativos de América. "Muchas lenguas originarias se han salvado porque los misioneros españoles entendieron que, para predicar, debían hacerlo en la lengua indígena, que solían aprender jugando con los niños porque era más fácil. La labor etnológica de los misioneros ha permitido fijar esas lenguas, que se han extinguido en casi todas partes al igual que está desapareciendo la población indígena. Había más de un centenar de idiomas nativos pero actualmente sólo un país, Paraguay, tienen una lengua indígena (el guaraní) como idioma oficial además del español", señala.
Ravina confía en que la Unesco se pronunciará afirmativamente sobre el copioso expediente que han elaborado desde Sevilla. "La Unesco quiere incluir en el registro Memoria del Mundo fondos de verdadera repercusión global y lo cierto es que España catequizó América pero también Japón. Los franciscanos y jesuitas en Asia publicaron numerosos libros y enviaban cartas con la traducción al lado que han permitido recuperar y estudiar unas lenguas que de otro modo hubieran desaparecido por completo", celebra.