Publicado el: 22/02/2009 / Leido: 13173 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0
La investigación sobre el concepto, las funciones y los usos de los Cartularios, como un elemento más de la evolución de las prácticas de la cultura escrita han avanzado significativamente. Un ejemplo, entre el amplio corpus de trabajos que comienzan a florecer, especialmente, a escala internacional, es un sencillo artículo de Constance B. Bouchard ["Monastic Cartulaires: Organizing Eternity", en a. J. KOSTO & A. WINROTH (ed.), Charters, Cartularies and Archives. The Transmission and Preservation of Documents in the Medieval West. Toronto (Canadá): Pontifical Institute of Mediaeval Studies; pp. 22-32. Proceedings of a Colloquium of the Commission Internationale De Diplomathique (Princeton and New York, 16-18 September 1999)].
Merece que destaquemos su punto de vista acerca de un aspecto de la investigación: el cartularista, compilador o escriba que transcribe los documentos, y la relación con el fondo documental que le sirve como materia prima para su trabajo de selección y transcripción.
En un punto central en la lectura del artículo, central tanto en la ubicación del texto, como en cuanto a las ideas y metodología del investigador en este campo, se abordan puntos esenciales para la investigación sobre cartularios medievales.
C. Brittain Bouchard considera que, mientras que el cómo y el cuándo fueron compilados los cartularios suelen ser cuestiones bastante sencillas, por su parte, el por qué los monjes medievales - el estudio se centra en los cartularios monásticos - quisieron crear un cartulario y para qué esperaban que siervieran estos volúmenes, es una cuestión que permanece normalmente sin aclarar.
Si la mayoría de los cartularios conservados carecen de prólogo, los que lo tienen generalmente ofrecen una lacónica presentación de la cuestión que se puede resumir en la idea siguiente: En este volumen están recopilados los privilegios de nuestro santo y los documentos de transmisión de la propiedad en varios lugares, y como máximo algún comentario acerca de la función de preservación de la memoria [escrita] contra el olvido.
Al respecto, se trae a colación el caso del cartulario del Capítulo catedralicio de Châlons-sur-Marne (Francia), compilado en torno al año 1110. Este códice diplomático transcribe casi todos los privilegios reales y condales que existirían en la institución, indicándose, aunque más bien, estableciéndose en el primer folio, el siguiente axioma: Aquí están los precepta de la iglesia de San Esteban de Châlons, que estaban desparramados y casi consumidos por el tiempo, y que Warin el chantre recopiló y copió juntos con su propia mano (Châlons-en-Champagne, Archive Départamentale de la Marne, G. 462). Sin embargo, esta motivación es un lugar común en los prólogos que indican expresamente los móviles de los cartularios en cuanto a razones de organización de la memoria escrita o del archivo de una institución ante el riesgo de desorganización de los documentos por el alto volumen de documentos que se iban creando y acumulando con el paso del tiempo, la consecuente frecuencia de consulta y manipulación de los originales, y, finalmente, el riesgo de deterioro y desaparición de los títulos de derechos esenciales para la existencia y el mantenimiento de una institución eclesiástica medieval.
Este tipo de noticias, proporcionadas por la propia fuente documental, en ciertos momentos la valoración de la función o la percepción de una nítida naturaleza archivística del cartulario medieval.
La relación poliédrica entre transcripción, compilación y finalidad archivística, han creado, para la autora, un posible espejismo, fenómeno habitual en las investigaciones históricas, cuando frecuentemente los modernos investigadores, en palabras de Constance B. Bouchard, han usado estas noticias como una indicación de que los cartularios eran simplemente la transcripción de todos los fondos documentales existentes en los archivos de los monasterios. También se indica, que la mayoría de los archivos monásticos medievales, incluso en la actualidad, contienen corrientemente pocos documentos que no fueron copiados en un cartulario. En el caso de los canónigos de Châlons, el capítulo catedralicio seguramente preservaría muchos más documentos corrientes que los que el cantor Warin seleccionaría para incluir en su cartulario.
A partir de aquí, surge el riesgo de tratar a un cartulario como una ventana fiable hacia los fondos archivísticos de un monasterio. Sería lo que Patrick GEARY avisa como un espejismo investigador: hacer que el propio cartulario sea invisible ("Entre gestion et gesta", en Les Cartulaires ..., pp. 13-24). Semejante invisibilidad ha sido largamente prevenida sobre toda suerte de minuciosa apreciación del intento de los monjes que crearon este nuevo tipo de documento.
Autor: Alfonso Sánchez Mairena
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