(OroyFinanzas.com) – Las sospechas de intervención de la Reserva Federal en la fijación de los precios del oro están tomando más fuerza si cabe tras la desclasificación de diversos documentos fechados en los años setenta, en los que se insiste en la importancia de controlar el oro.

Es particularmente revelador el memorando, fechado el 3 de junio de 1975, que el economista Arthur Burns –a la sazón trabajando en la Reserva Federal– envió al presidente Gerald Ford con copia a varios altos cargos de la Administración, entre ellos el Secretario de Estado Henry Kissinger. En dicho memorando, Burns prepara el discurso del presidente Ford para el Comité General del Fondo Monetario Internacional que se celebró cinco días después.


Burns subraya que el oro es la cuestión esencial en estas discusiones: “La cuestión crucial es si los bancos centrales y los gobiernos deberían comprar oro libremente tanto de otro banco central como del mercado privado […] El Tesoro se inclina por dar grandes dosis de libertad para tales transacciones. La Reserva Federal se opone”.En esta reunión, los mandatarios internacionales dirimieron hasta qué punto el sistema de Bretton Woods estaba definitivamente muerto. Había que definir un nuevo ámbito de actuación internacional, unos nuevos objetivos de política monetaria (aunque estos ya eran viejos) y una nueva visión de los activos de reserva. Especialmente había que hacer algo con el oro.

La oposición de la Reserva Federal está basada en el diseño de un techo de reservas, es decir, un banco central no podrá comprar reservas por encima de un máximo establecido. De esta forma, elcomercio de oro estaría controlado y podría evitarse una acumulación masiva de reservas por parte de los bancos centrales que pudiera disparar el precio.

Meses antes, en enero de 1975, un comunicado del Fondo Monetario Internacional puso de relieve la importancia de controlar el comercio de oro limitando la política discrecional de los bancos centrales: “la intervención de las autoridades monetarias en las transacciones con oro debería asegurar una reducción gradual del papel del oro en el sistema monetario internacional”.

Burns continúa su exposición destacando cuatro aspectos esenciales de la opinión de la Reserva Federal acerca del oro:

Primero:  el oro debe pasar a un segundo plano, pudiendo servir como garantía de préstamos ante situaciones de crisis de balanza de pagos. En este sentido, el oro solamente serviría para este tipo de situaciones de emergencia ya que carece de sentido económico –bajo el criterio de Burns– otras razones para acumular oro.

Segundo:  es necesario apartar al oro del diseño de la política monetaria, puesto que éste pone una serie de anclajes inasumibles, limitando extraordinariamente el margen de maniobra de las autoridades monetarias.

Tercero: como punto de partida en las negociaciones del nuevo sistema internacional, es necesario un consenso de todos los países acerca de qué hacer con el oro. Estados Unidos, con su capacidad de influencia, debería defender la imposición de techos a la acumulación de oro. En última instancia, el criterio de los Estados Unidos tiene que imponerse frente al criterio de Francia y otros países aliados.

Cuarto: grandes dosis de libertad en el comercio de oro por parte de los bancos centrales podrían dar al traste con los objetivos de control de la liquidez mundial. Si los gobiernos se lanzan a comprar oro, podría ocurrir que expandan la oferta monetaria para seguir comprando y provocar inflación.

Estos cuatro puntos enunciados por Burns pueden ser resumidos en dos cuestiones: por un lado, el oro debe ser relegado a un papel de segunda categoría, para que de esa forma moleste lo menos posible. Por otro lado, deben diseñarse mecanismos para que los bancos centrales no tengan incentivos a comprar oro y, por tanto, desviarse del objetivo de circulación de una divisa respaldada únicamente por la confianza y el cuño del Estado.

A lo largo del memorando, el economista asesor insiste en neutralizar la posición de Francia, totalmente opuesta a los planes de la Reserva Federal. Los franceses pedían una mayor presencia del oro en el sistema monetario, en aras de que siguiera siendo el activo de reserva por excelencia y limitador de las políticas monetarias expansivas.

Sin embargo, terminó imponiéndose la visión de Burns por boca del presidente Ford. Recibió el apoyo de otros banqueros centrales como los de Alemania, Reino Unido o Japón. No sólo se impuso la visión de un sistema monetario libre de oro. También la idea de controlar el mercado del oro, consagrándose como la contrapartida de la política monetaria.

http://www.oroyfinanzas.com/2013/12/documentos-desclasificados-en-ee-uu-muestran-el-interes-de-las-autoridades-por-controlar-el-oro/