Cuando los rebeldes islamistas prendieron fuego a las dos bibliotecas de Tombuctú a principios de este año, muchos temían que el tesoro oculto de la ciudad, los antiguos manuscritos, hubieran sido destruidos.
Pero muchos de esos documentos ya los habían sacado de los edificios que los resguardaban y en ese momento se los estaban llevando fuera de la ciudad en las narices de los rebeldes.
"Acto desesperado de venganza"
Los militantes islamistas destruyeron antiguas mezquitas y otros sitios que consideraban lugares de idolatría. Las bibliotecas contenían valiosos documentos sobre diversas ramas del saber, desde la astronomía hasta la farmacología, pero también interpretaciones del Corán que, bajo la estricta definición de los extremistas, podrían considerarse antislámicas.
Durante los diez meses que la ciudad estuvo bajo su poder, los militantes no atacaron las bibliotecas. Sólo lo hicieron al final, tal vez en un acto desesperado de venganza ante el avance de las tropas francesas y de desprecio a la comunidad internacional, que les exigía que respetaran los manuscritos.
Aunque ahora sabemos que la mayoría de los documentos más importantes ya estaban fuera de Tombuctú, cuando comenzaron a aparecer las imágenes de cajas y documentos quemados, se temió que las bibliotecas hubieran sido saqueadas para tratar de vender algunos de esos valiosos textos a coleccionistas inescrupulosos en el extranjero.
Por Manuel Toledo, de la BBC, quien visitó la principal biblioteca del país en 2010.
"En nuestra familia, generación tras generación hemos tenido grandes eruditos, astrónomos y siempre hemos cuidado estos documentos", explica.
Cuando los rebeldes islamistas tomaron Tombuctú el año pasado, seguir resguardando los documentos parecía una tarea casi imposible.
Bajo la interpretación estricta del Islam, los rebeldes comenzaron rápidamente a destruir santuarios que consideraban "idólatras". Los documentos que Tombuctú albergaba desde los días gloriosos en los que fue centro del pensamiento y enseñanza islámica entre los siglos XIII y XVII comenzaron a ser vulnerables.
De manera preventiva, Haidara y otras familias propietarias de libros se pusieron de acuerdo con las autoridades del instituto estatal Ahmed Baba para retirar la mayor parte de documentos y las principales colecciones que escondieron en casas privadas.
Tras la destrucción de los templos, estaba claro que había que tomar medidas más radicales.
"Nos dimos cuenta de que teníamos que buscar otra solución para sacarlos completamente de Tombuctú", explica Haidara."Era muy difícil, Había montones de manuscritos. Necesitábamos miles de cajas de metal y no teníamos los medios para sacarlos. Teníamos que recurrir a ayuda externa".
Con el visto bueno de 35 familias clave, Haidara salió a buscar financiación y se aseguró subvenciones de la Fundación Prince Claus de Holanda, y de la Cancillería alemana, entre otros.
Escondidos bajo cajas de fruta y verdura
Pero había un problema mayor: los rebeldes solían hacer inspecciones en los vehículos que salían de Tombuctú y si encontraban los manuscritos probablemente los confiscarían y destruirían.
"Era muy arriesgado. Metimos los manuscritos en autos, carros y canoas" que frecuentemente estaban escondidos en cajas metálicas bajo cajones de frutas y verduras, explica Haidara, quien lanzó la operación en octubre.
"Cada vehículo podía llevar sólo dos ó tres cajas metálicas como máximo. Así que lo hicimos poco a poco".
Los autos se dirigieron a la capital, Bamako, a través de Mopti, la última ciudad controlada por el gobierno en Mali durante la ocupación islámica del norte.
Las canoas, que han sido durante siglos una parte importante del transporte local en el norte de Mali, viajaron a Bamako a través del río Níger, via Djenne.
Lo que sí que destruyeron
Cuando en enero de este año los insurgentes prendieron fuego a dos bibliotecas pertenecientes al Instituto Ahmed Baba antes de retirarse de Tombuctú, la operación encubierta estaba en desarrollo y las bibliotecas ya estaban bastante vacías.
Haidara estima que sólo unos pocos de cientos de los manuscritos fueron destruidos.
Pero mientras en el norte la situación seguía siendo volátil, la operación de rescate continuó por tres meses tras la retirada rebelde hasta que las 2.400 cajas metálicas que se estima que contenían 285.000 manuscritos habían sido entregadas en casas privadas de la capital.
En Bamako, sin embargo, los manuscritos enfrentan otro tipo de amenazas.
Después de pasar siglos en el clima seco del desierto, ahora se encuentran en el trópico y la temporada de lluvias está a punto de empezar.
"Las casas no tienen aire acondicionado y la humedad en Bamako es muy superior a la de Tombuctú", explica Michael Hanssler, de la Fundación Gerda Henkel que acaba de regresar de una comisión de investigación para evaluar el estado de los documentos.
Nuevos peligros
Un hombre y sus manuscritos
"Habíamos visto en la televisión a mucha gente huyendo de la guerra. Pero nunca imaginamos que nos podría pasar a nosotros", explica el calígrafo de Tombuctú Boubacar Sidiki.
La mayoría de la gente tomó autobuses al sur, pero se les registró en el camino para quitarles computadoras portátiles, teléfonos y cualquier otra cosa de valor, incluyendo los manuscritos.
Pero Sidiki reparó en algo. Los militantes que requisaban a la gente no molestaban a los conductores. Así que le pidió a su vecino, un conductor de autobús, que colocara una caja con manuscritos en su cabina temprano por la mañana.
Es imposible que el aire circule entre los documentos mientras estén almacenados en contenedores metálicos.
El moho generalmente se desarrolla con niveles de humedad del 60% y en julio y agosto se esperan niveles de humedad del 80%.
Ahora todos los esfuerzos están puestos en la renovación de un edificio en Bamako que ofrezca las condiciones idóneas de almacenamiento de los documentos. Las ventanas se están tapiando para proteger los manuscritos de la luz del sol, los insectos y el calor.
También habrá unos espacios de trabajo en los que los expertos podrán restaurar los documentos y digitalizarlos para que se puedan estudiar desde cualquier parte del mundo.
"Los manuscritos de Tombuctú siempre han sido una aspiración de los investigadores que trabajan en la historia intelectual de África", explica Eva Brozowsky, una restauradora alemana que examinó seis de las arcas en Bamako el pasado mes de abril.
Los 2.000 documentos a los que tuvo acceso eran de África Occidental y Medio Oriente y trataban de comercio y relaciones diplomáticas, así como comentarios del Corán y jurisprudencia y lingüística árabe.
"Es un tesoro oculto sin explotar, de un valor impensable. Nadie sabe lo suficiente lo que esconden esas arcas", añade Hanssler cuya fundación apoya financiera y logísticamente la restauración.
Manuscritos dañados
Los manuscritos nunca han estado guardados en condiciones óptimas, explica Hanssler.
"Algunos de los documentos fueron dañados en el pasado por insectos o por agua. Otros sufrieron por la exposición al aire seco de Tombuctú y las capas de cuero se rompieron".
El papel de los manuscritos, que se cree que se originó en la región de Venecia (Italia), ya envejeció considerablemente. Como resultado, están frágiles y fragmentados y algunos de los escritos se han emborronado.
Haidara cree que en torno al 20% de los manuscritos están severamente dañados o frágiles, mientras que otro 20% están dañados pero en menor medida.
Mientras la situación de seguridad en el norte de Mali continúe siendo incierta, cree que los manuscritos deberían seguir en Bamako pero no quiere ni oír hablar de que salgan del país.
"El día que haya una paz duradera en Tombuctú, los devolveremos allí. Pero hasta entonces, debemos preservarlos bien aquí, ponerlos en cajas, restaurarlos, catalogarlos y digitalizarlos".
Cuando regresen, no será en canoas ni bajo cajas de vegetales y, con suerte, muchos estarán en mejores condiciones de cómo salieron.