Arte encuadernatoria

Publicado el: 07/11/2008 / Leido: 10136 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0

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Arte encuadernatoria

Discurso pronunciado por el Rdo. Padre Guillermo Antolín bibliotecario del Escorial y también de la Academia en 1927 ante la Real Academia de la Historia, en la Fiesta del Libro.
Divide el arte encuadernatoria española en los siguientes periodos:

La encuadernación BIZANTINA.
Desde el siglo IV aparece claramente caracterizada, y la constituyen cubiertas de madera forradas de terciopelo o de otra clase de tela, de color uniforme, sobre la cual se clavaban planchas de oro, plata o marfil, incrustándose en ellas piedras preciosas y esmaltes, y labrándolas con dibujos (Jesucristo, Evangelistas, Santos, Escenas religiosas o profanas). Eran como obras postizas, trabajadas por orfebres, plateros, lapidarios y esmaltadores.

La encuadernación GÓTICA o MONACAL. El arte gótico aparece en Alemania en al siglo XIII. Su aplicación a la encuadernación, por lo que hace a España, parece que se desenvolvió poco. La encuadernación gótica es también de tapas de madera, cubiertas de cuero de color oscuro; su decoración consiste en la aplicación de adornos gofrados por medio de hierros, con escasa variedad, y también en la estampación por gofrado mediante placas grabadas, de imágenes, figuras o escenas. Su ejecución es dura y rígida. Algunas veces esas imágenes aparecen miniadas, viniendo a ser para la encuadernación gótica los miniadores y pintores lo que fueron para la bizantina los plateros y lapidarios.

La encuadernación MUDÓJAR o HISPANOÁRABE. Esta se inicia en el siglo XIII y adquiere gran preponderancia en los siglos XIV y XV y aun a principios del XVI. Consiste en la utilización de dibujos entrelazados, de origen e imitación árabes según creencia general, realizados por medio de hierros en forma de cuerda. Ofrece este género gran exuberancia y variedad de tipos. Es en general muy rellena de adornos, dejando pocos claros ocupados también por hierros sueltos, sin que su prolijidad llegue a causar fatiga en virtud de ser estampados sin oro. Este arte hubo de ser practicado por los mismos artífices que trabajaron la piel para toda clase de aplicaciones suntuarias, de modo que para la encuadernación mudéjar el guadamecilero vino a ser el auxiliar que completaba el trabajo del encuadernador.

El estilo RENACIMIENTO en la encuadernación española del siglo XVI-XVII representa la adaptación a nuestro país del arte italiano con su procedimiento de dorado por hierros. Es característico un tipo de decoración que procede de los obradores vallisoletanos, presentando en algunos de sus hierros la estructura arquitectónica (balaustres, pequeños arcos, etc.) Se practicaba también la decoración del renacimiento en Salamanca, Toledo, Barcelona, Valencia y Alcalá, determinando variedades locales cuyo estudio queda por hacer.

El arte PLATERESCO español caracteriza nuestra encuadernación durante gran parte del siglo XVII y en los principios del XVIII. Adopta elementos del estilo barroco y del churrigueresco, y produce manifestaciones muy recargadas y de variadísimas combinaciones a base de los pequeños hierros, cuyo uso se generaliza para permitir al artífice todo genero de fantasías. Cabe distinguir diversos tipos de la encuadernación plateresca : el rameado, que recuerda algo las evoluciones del genero Grolier; el radial o de forma de abanico, elemento con el que rellenan los ángulos, y también el centro de las tapas, engendrando rosetones circulares u ovales de gran riqueza.

La encuadernación OCHOCENTISTA. Durante los reinados de Carlos III y Fernando VI nuestra encuadernación se halla caracterizada por la influencia del gusto francés que predominaba entonces por todas partes. Los dibujos mas usuales eran los llamados de encaje y los de forma de guirnalda, muy elegantes y airosos. Los estilos de Luis XV y Luis XVI, que habían invadido los interiores de las casas ricas, se reflejan también en la ornamentación de los libros. Se usa para ellos, preferentemente, el tafilete rojo. Algunas variedades se pueden distinguir, y son: la que puede llamarse cuadricular, en cuyos huecos alternan monogramas, flores, pájaros, etc.; y disposición de sembrado, que llena el centro de las tapas con la repetición alternativa de pequeños temas simbólicos (monogramas, lises, etc. ) Otra de las variedades, que aparecen mas tarde, es la introducida por el editor Sancha a su regreso de París, con mosaicos trazados con elementos decorativos de la época de los Luises, recargados exageradamente con la aplicación de colores metálicos y de pinturas (escenas campestres, alegorías, retratos), protegidas por hojas de talco o papeles de colores transparentes, cuyo brillo contrasta con las partes mates de la piel.

La encuadernación IMPERIO. Como reacción quizá al estilo anterior, aparece al terminar la época de Carlos IV este tipo de encuadernación, sobrio y casi académico. Se caracteriza por sus cenefas florales encerradas entre dos filetes y limitadas en los ángulos por recuadros cerrados. Frecuentemente son de mosaico, de color distinto para los vértices del que forma el fondo de la tapa. Una variedad que se manifiesta bajo Fernando VII, en los primeros decenios del siglo XIX, es la que produjeron algunos encuadernadores valencianos, trabajando esos mosaicos por medio del teñido de la piel degradando los tonos del color, en forma de cortina o de abanico y produciendo efectos no desprovistos de novedad.

La encuadernación ROMÁNTICA. Aparece bajo el reinado de Isabel II y es también un producto de importación francesa. Suele ser trabajado este genero por medio de placas grabadas, estampadas sobre colores de mosaico par diferenciar las superficies y espacios que determina la composición.

Debe mencionarse el tipo llamado Catedral por representar un frontispicio de arquitectura gótica. Otras variedades de este mismo genero son verdaderos mosaicos, de gusto barroco que recuerda mas el del siglo XVIII que el gótico con que se inició en España este genero.

Miquel y Planas, R. (Ramón) (1874-1950)
El arte en la encuadernación / R. Miquel y Planas
Barcelona : Cámara Oficial del Libro de Barcelona, 1933

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