¡Qué importante es el significado de las palabras!

Acepciones diversas, matices, delimitaciones y concreciones que afinan el sentido… Sin duda nuestro lenguaje es muy rico. Las palabras encierran secretos, tienen lugares intermedios, verdaderos entresijos que, algunas veces, nos hacen cometer errores, o, si queremos ser algo más benevolentes, imprecisiones.

Así, hace algunos meses escuché en un programa de radio -en el contexto de la desclasificación de documentos- como una reconocida periodista de gran trayectoria profesional utilizaba, al referirse a los procesos técnicos que han de aplicarse en los archivos, de manera indistinta y como si de sinónimos se tratara, los verbos “Ordenar”, “Clasificar” y “Organizar”. Es cierto que de manera coloquial las tres acciones a las que remiten dichos términos suelen ser confundidas y, de hecho, si hacemos una búsqueda en un diccionario de sinónimos encontraremos que “ordenar” se considera sinónimo de “clasificar” y éste último verbo presenta, a su vez, sinonimia con respecto a “organizar”. Ello puede explicar la arbitrariedad con que empleamos esos vocablos en nuestra vida cotidiana.

organizaciónPor ejemplo, cuando una madre le dice a su hijo..¡ordena tu habitación y recoge tu ropa! ordenprobablemente le estará queriendo decir ¡clasifica tu ropa: las camisas con las camisas, los pantalones con los pantalones, los calcetines con los calcetines! O le está pidiendo una clasificación algo más inmediata y sencilla: la ropa limpia por un lado y la sucia por otro. Incluso las más exigentes le estarán demandando que organice su habitación. En este último caso no sólo espera del hijo que disponga los calcetines con los calcetines, y los calzoncillos con los calzoncillos en el cajón de ropa interior, sino que los agrupe y ordene, por ejemplo, por colores, tallas o alfabéticamente por el nombre del color. De este proceso resultaría un ropero organizado en el que todo está ordenado y clasificado. O lo que es lo mismo, un depósito [ropero] cuyo contenido estaría instalado respondiendo a una organización precisa a la que podríamos aplicar la jerarquía clasificatoria propia de la archivística:

Fondo/Colección: Ropa
Sección: Ropa interior
Serie: Calcetines (ordenados por colores, tallas…)

Porque, como bien sabemos los archiveros, no es lo mismo ordenar que clasificar, como tampoco ninguna de estas acciones citadas puede ser identificada de manera absoluta con organizar.

Sin embargo, si tomamos las definiciones que nos ofrece el DRAE las cosas no parecen aclararse demasiado, sobre todo en lo que a organizar se refiere que parece identificarse solo con ordenar:

Ordenar: 1. tr. Colocar de acuerdo con un plan o de modo conveniente.
Clasificar: 1. tr. Ordenar o disponer por clases.
Organizar: 2. tr. Poner algo en orden.

Por el contrario, si tomamos como referencia el Diccionario de terminología archivística  la situación varía notablemente, surgiendo esas matizaciones que contribuyan a que la Archivística presente una terminología específica, confiriéndole este aspecto un cariz de disciplina específica y perfectamente delimitada. Así, dicho diccionario diferencia de manera precisa clasificación, ordenación y organización, estableciendo asimismo las relaciones que existen entre los tres términos:

Clasificación
Operación archivística que consiste en el establecimiento de las categorías y grupos que reflejan la estructura jerárquica del fondo. Es el primer paso del proceso de organización dentro de la fase del tratamiento archivístico denominada identificación.
Ordenación
Operación archivística realizada dentro del proceso de organización que consiste en establecer, secuencias naturales cronológicas y/o alfabéticas, dentro de las categorías y grupos definidos en la clasificación.
Organización
Proceso que mediante las etapas de clasificación y ordenación, aplica las conclusiones establecidas en la fase de identificación a la estructura de un fondo.

Por lo tanto, no es lo mismo clasificar, ordenar y organizar. Cada una de esas acciones -en el ámbito archivístico, a pesar de la "didáctica" comparación doméstica anterior,  definitivamente mucho más complejas que organizar un ropero- responde archivísticamente hablando a una actividad técnica e intelectual, categoría esta última especialmente marcada en el caso de la clasificación. De hecho ordenar puede resultar  una tarea sencilla pero, sin embargo, la acción previa de clasificar supone siempre una mayor complejidad. Pero, cada uno de esos vocablos -clasificar. ordenar, organizar- con una acepción precisa, forma parte del lenguaje técnico de los archiveros. Porque sí... también los archiveros contamos con un lenguaje propio que es necesario reivindicar y utilizar con propiedad porque, al fin y al cabo, las palabras, con sus matices y sus valores, contribuyen a conferir identidad a nuestra disciplina.